Los Vastesi están locos por los postres y así lo demuestran las pastelerías que, en la ciudad, son espléndidas y muchas veces premiadas internacionalmente. En Vasto, sin embargo, más que la bollería fresca, no deben faltar los postres tradicionales, que reúnen lo mejor de las tradiciones abruzense y napolitana.
Son dulces secos, elaborados con aceite, vino, uva, almendra, miel y otros productos locales. En muchos casos ni siquiera requieren el uso del horno, lo que testimonia cómo se extendieron en épocas históricas en las que las casas cocinaban exclusivamente en el fogón.
Antiguamente se utilizaban para fiestas y también como reserva de calorías para llevar cómodamente cuando había que estar fuera de casa durante algún tiempo.
A lo largo de los años algunas recetas han ido cambiando, adaptándose a los gustos contemporáneos, y en algunos postres hizo su aparición primero el cacao, luego el chocolate. A pesar de ello, todos los postres de Vasto tienen sabores particulares, que remiten a la antigua maestría de las mujeres del pasado que los preparaban en casa para ocasiones especiales.
Medias lunas de pasta rellenas de mermelada de uva y cocidas al horno, los taralli pueden ser de dos tipos: con vino y con mantequilla. En el primer caso la masa se hace con aceite de oliva y vino blanco, tiende a desmenuzarse y tiene un sabor muy particular, en el segundo con mantequilla y se parece más a una masa quebrada blanda. En los últimos años, la segunda variante se ha mantenido muy extendida en el interior y se ha vuelto cada vez más rara en la costa.
Nacen en el campo entre Vasto y Lanciano y derivan su nombre del hecho de que se comen de un bocado (en realidad dos o tres). Son botes de pasta rellenos de almendras y cacao y espolvoreados con azúcar glas. La variante más exitosa es la cubierta de chocolate.
Dulces muy sencillos que nos trasladan a una época en la que todavía cocinábamos con unos utensilios sencillos. Las catarrettes, que en otras zonas de Abruzzo tienen una masa un poco diferente y se llaman neole o ferratelle, en Vasto son barquillos dulces elaborados con huevos, azúcar y aceite de oliva y aromatizados con un poco de limón. La mezcla se vierte sobre una plancha caliente que se cierra con unas pinzas y se mantiene al fuego un par de minutos. Las planchas para su elaboración suelen tener elaborados diseños que se reproducen en las catarretas y muchas familias conservan planchas con más de cien años de servicio y aún en uso.
Otros dulces que remiten a tiempos muy lejanos son los caggionetti. Son pequeños calzones (triangulares o cuadrados) elaborados con pasta en aceite y vino blanco, rellenos con una mezcla de garbanzos y miel, o con mermelada de uva y almendras (llamados “scrocchia” o “mostaza”). Los caggionetti, fritos en aceite de oliva, se espolvorean con azúcar y se suelen comer durante las vacaciones de Navidad.
Dulces muy sencillos, que se elaboraban en familia en las noches de invierno, sobre todo en el periodo navideño. Son panes de masa fermentada fritos en aceite de oliva y espolvoreados con azúcar. Para ser consumido estrictamente recién hecho y bien caliente.
Es la versión de los Abruzos del struffoli napolitano. Consiste en crocante en forma de rosquilla, formado con bolas de masa frita y almendras tostadas que se ligan con miel virgen. En comparación con struffoli, el uso de miel local sin la adición de jarabe de azúcar hace que se cuaje al enfriarse y le da a la cicerchiata su particular consistencia. Es el postre típico de carnaval que se hacía en todas las familias y también se usaba como regalo en las bodas para simbolizar la fertilidad.
Estos también son de origen napolitano y consisten en pequeños rombos (de ahí el nombre que recuerda el “mustacchi”, o bigote) de pasta especiada cubierta con glaseado. La masa implica el uso de harina, almendras y cacao y una mezcla de especias, como canela, pimienta negra, clavo, anís, cilantro y nuez moscada. Aunque ahora es fácil encontrarlos cubiertos de chocolate, los mostaccioli tradicionales están cubiertos con un glaseado de azúcar y cacao y decorados con un glaseado de clara de huevo. Durante las vacaciones de Semana Santa es tradicional regalar a cada niño de la familia un caballo ya cada niña una muñeca (la “pupa”) hecha con pasta mostaccioli y ricamente decorada.
Es el pastel rústico con el que tradicionalmente se celebra la Semana Santa. Formado a partir de un envoltorio de pasta con huevos y aceite de oliva, lleva un relleno de ricota de leche de oveja. También existe una versión salada, componente fundamental de las salidas del Lunes Santo.
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